17 objetivos, un plan global y muchas preguntas pendientes.
En septiembre de 2015, la Asamblea General de las Naciones Unidas adoptó la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible: un ambicioso plan de acción global compuesto por 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y 169 metas, diseñado para erradicar la pobreza, proteger el planeta y garantizar bienestar para todas las personas. Este marco, que sustituyó a los antiguos Objetivos del Milenio (Millennium Development Goals), entró en vigor en enero de 2016 con el respaldo unánime de los 193 Estados miembros de la ONU.
A una década de distancia de su fecha límite, la Agenda 2030 se encuentra en un punto crucial. A pesar de sus principios de inclusión, equidad y sustentabilidad, los avances son desiguales, y muchas metas parecen hoy más lejanas que en su formulación inicial. Según el propio reporte de Naciones Unidas 2023 sobre los ODS, solo el 15 % de las metas están encaminadas a cumplirse, y casi la mitad presenta avances mínimos o incluso retrocesos.
Su implementación no es homogénea: mientras algunos países han integrado los ODS en sus políticas fiscales, presupuestales y sociales, otros apenas los mencionan en documentos oficiales. En América Latina, México ha sido uno de los países más activos en la adopción formal de la Agenda 2030, estableciendo desde 2017 el Consejo Nacional de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible. No obstante, la coordinación entre estados, municipios y la federación sigue siendo un reto, así como la medición precisa del impacto real de las políticas asociadas.


¿De dónde nace esta propuesta y quiénes la impulsaron?
Ban Ki-moon, entonces Secretario General de la ONU, designó como copresidentes del panel de alto nivel a Susilo Bambang Yudhoyono (entonces presidente de Indonesia), Ellen Johnson Sirleaf (presidenta de Liberia en ese momento) y David Cameron (primer ministro del Reino Unido). Ellos encabezaron el grupo encargado de formular la propuesta.

También participaron figuras clave como Amina J. Mohammed (asesora especial para diseño técnico) y Helen Clark (encargada de implementación y coordinación). Esencialmente, quienes presentaron la agenda estuvieron involucrados en su conceptualización, aunque no fue una propuesta sólida hasta que los 193 Estados miembros de la ONU la adoptaron por consenso, con colaboración de organismos empresariales privados.


Desde una óptica geopolítica, la Agenda 2030 representa una arquitectura de cooperación transnacional sin precedentes. Crea un lenguaje común que articula el accionar de gobiernos, empresas, universidades, ONG y organismos multilaterales. Permite el diseño de políticas públicas alineadas con estándares globales, pero también establece condiciones para acceder a financiamiento internacional por parte de bancos de desarrollo o fondos verdes.
La pregunta es: ¿es esto solo un nuevo marco de gobernanza simbólica, o una guía efectiva para transformar la economía global?
La Agenda también ha servido como vehículo para que sectores estratégicos, como el empresarial, se vinculen al desarrollo sostenible. Términos como ESG (Environmental, Social & Governance), economía circular, inversión con impacto o bonos verdes se han alineado con los ODS, generando nuevas formas de inversión responsable. Sin embargo, existe el riesgo de que grandes corporaciones adopten el discurso sin modificar realmente sus modelos de negocio, o sin incluir a comunidades locales.
El documento de la Comisión Estatal de Derechos Humanos de Nuevo León (CEDHNL) describe brevemente estos objetivos y sirve como puente entre lo global y lo local. A continuación, los desglosamos:
- Fin de la pobreza: Erradicar todas las formas de pobreza en todas las regiones.
- Hambre cero: Garantizar la seguridad alimentaria y nutrición adecuada; promover agricultura sostenible.
- Salud y bienestar: Asegurar una vida sana para todas las personas, sin importar la edad.
- Educación de calidad: Asegurar educación inclusiva, equitativa y oportunidades de aprendizaje permanente.
- Igualdad de género: Eliminar discriminaciones contra mujeres y niñas; garantizar participación plena en todos los niveles.
- Agua limpia y saneamiento: Garantizar disponibilidad de agua segura y saneamiento para todos.
- Energía asequible y no contaminante: Asegurar acceso a energía moderna, confiable y sostenible.
- Trabajo decente y crecimiento económico: Promover empleo productivo, condiciones laborales dignas y crecimiento inclusivo.
- Industria, innovación e infraestructura: Construir infraestructuras resilientes; fomentar la industrialización inclusiva y la innovación.
- Reducción de las desigualdades: Disminuir brechas sociales, económicas y territoriales dentro y entre países.
- Ciudades y comunidades sostenibles: Hacer que los asentamientos humanos sean seguros, resilientes e inclusivos.
- Producción y consumo responsables: Lograr patrones sostenibles en producción, uso de recursos y gestión de residuos.
- Acción por el clima: Adoptar medidas urgentes para combatir el cambio climático y sus efectos.
- Vida submarina: Conservar y usar de forma sostenible los océanos, mares y recursos marinos.
- Vida de ecosistemas terrestres: Proteger, restaurar y promover la gestión sostenible de los ecosistemas terrestres.
- Paz, justicia e instituciones sólidas: Promover sociedades pacíficas e inclusivas; garantizar justicia y construir instituciones que rindan cuentas.
- Alianzas para lograr los objetivos: Fortalecer la cooperación global; movilizar recursos y compartir tecnología y conocimientos.

Uno de los ODS más cuestionados es el número 13: Acción por el clima, ya que, aunque muchos países han firmado compromisos climáticos, las emisiones globales siguen aumentando. Otro caso complejo es el ODS 10: Reducción de desigualdades, donde incluso países desarrollados han mostrado poco o nulo avance.
Frente a estos desafíos, organismos como el PNUD y la OCDE insisten en una reingeniería de implementación, incluyendo: mayor coherencia entre políticas nacionales, financiamiento público y privado bien dirigido, transparencia en resultados y, sobre todo, voluntad política para priorizar lo sostenible frente a lo inmediato.
Pero más allá de sus logros o fallos, la Agenda 2030 funciona como espejo global: refleja lo que los países dicen aspirar a ser. Nos habla no sólo de política o economía, sino de una narrativa compartida —aunque aún difusa— sobre el futuro que se pretende construir.
La gran incógnita no es si los ODS se cumplirán a tiempo, sino qué tanto influirán en las reglas del juego internacional, en los modelos de desarrollo y en la distribución del poder global.
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